lunes, 13 de febrero de 2012

Rebeca Navarro y Laura Marcos: el futuro perfumero


Salamanca, tarde de sábado. Queda poco menos de una hora para que comience de nuevo el espectáculo del basket cuando llego a Würzburg. Ya hay gente a la puerta, ansiosos por entrar. Una vez dentro, me dirijo a mi sitio, arriba, en la lateral del palco, en la mesa para los medios interactivos. Me encuentro tres sillas vacías, como siempre, cojo la de la esquina derecha. Me siento y preparo los bártulos. Ya estoy listo para un partido más.

Salamanca, tarde de sábado. Han pasado unos cuarenta minutos desde que me senté: el pabellón ya arde. A mi lado ya están los de la competencia, como siempre, buscando una silla: ellos son tres, y sillas sobran dos. Ahora si, todo listo, concentrado para un partido más, sin sorpresas aparentes.

Salamanca, tarde de sábado. El speaker toma el mando. A grito de: "Salamanca, bienvenidos a la catedral del baloncesto femenino..." nos pone a todos atentos, concentrados en la pista. Y comienza a cantar las plantillas. Termina la plantilla rival. Aplauso, signo de deportividad, de la afición salmantina. Salamanca se pone en pie: se va a dar paso al Club de Baloncesto Avenida de Salamanca.

Salamanca, tarde de sábado. El primero en aparecer es el búho, el representante de la afición. Y comienza el carrusel de jugadoras. Yo escucho atentamente, procurando que no se me haya olvidado ninguna: "Con el 4, Allison Feaster", bien; "con el 5, Marta "Correcaminos" Fernández"... Veo que no hay errores, hasta que después del dorsal 8, la gran Isa Sánchez, esperando oír el 10, Marta Xargay, me quedo extrañado, o a lo mejor no tanto, al oír algo que no me esperaba: "con el 9, Laura Marcos". Intento hacer memoria, ese nombre despertó algo en mi subconsciente, como si ya lo hubiera oído o leído antes, en alguna parte. Pero lo dejo pasar. Ya me enteraría después.
Salamanca, tarde de sábado. La presentación llega hasta Anna Vajda. Levanto la mirada de mi cuaderno, se supone que ya estaban todas, pero no. De nuevo, un nombre retumba en mi mente, se adentra en mi cabeza, con gran sutileza: "y con el 17, Rebeca Navarro".

Salamanca, tarde de sábado. Me he quedado extrañado, pensativo. Busco en mis recuerdos. Intento recordar, pero no me sale nada. Miro hacia la pista: "¿Quienes serán esas dos jóvenes que corren a lado de las campeonas de Europa?¿Quienes son esas dos chicas que atienden más que nadie a las indicaciones del entrenador?". La duda me asalta.

Salamanca, tarde de sábado. Después de mucho pensar, al fin recuerdo. Esas dos chicas son Laura Marcos y Rebeca Navarro, jugadoras pertenecientes a la cantera del club azulón y que, por esfuerzo, calidad y dedicación, se han ganado un sitio en el primer equipo del Avenida. Laura Marcos ya debutó en el primer equipo la temporada pasada: creo que llegó a jugar dos minutos, que parecen pocos, pero fueron los suficientes para que que la joven anotara sus primeros puntos. He aquí por qué mi subconsciente reaccionaba ante su nombre. Al igual que Rebeca Navarro. La vi en pretemporada, en un partido contra el Celta, y la verdad es que no lo hizo nada mal. Jugadora joven y con talento, capaz de anotar 32 puntos en un partido, como se pudo ver en categoría junior. Ahora si, sorpresas a parte, ya tengo completa las plantillas.

Salamanca, tarde de sábado. El partido ha terminado. Victoria. Bajo a la pista a realizar mis entrevistas. Veo a Isa Sánchez rodeada de periodistas. También observo al resto de jugadoras firmando autógrafos. Pero hay dos excepciones: Laura Marcos y Rebeca Navarro, ajenas a las preguntas y a los gritos de la afición, charlan y ríen con sus amigas, como si fuera un día normal, para dos chicas normales. Y es que esta es su mejor definición: dos chicas normales, en un mundo normal, que están ahí para aprender.

Salamanca, tarde de sábado. Abandono el pabellón. Caminando hacia mi casa, con el mp3 a toda pastilla, recuerdo aquella maravillosa tarde en Würzburg y me da por sonreir, orgulloso y contento, por saber que este equipo tiene un gran futuro, por saber que nuestra historia se alargará durante años y años, y por saber que ese futuro, de momento, tiene dos nombres: Laura Marcos y Rebeca Navarro, dos chicas normales dispuestas a aprender, y que algún día enseñarán.

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